Por Guillermo Cides
“Querido enemigo,
Estuviste allí desde el inicio. Me viste crecer, aprender y encontrar la salida por mi mismo. Estuviste allí cuando logré mi primer triunfo personal y luego el segundo y el tercero. Seguramente sentado en la primer fila cuando me recibí de mí mismo y me dieron un diploma cuyo contenido era simplemente mi nombre. Sé que me apoyaste silenciosamente a tu manera. Con la astucia del zorro y el profundo odio que te movió siempre, allí estabas, presente, dispuesto y principalmente crítico. Siempre crítico para con mi obra, sea cual fuere, merecida o no, allí estabas buscando el error, tratando que mi camino no sea tan perfecto, haciéndome esforzar día tras día, esperándome paciente para activar tu trampa de envidia, tus mala lengua, tu resentimiento acorralado en tu habitación silenciosa.
Con los años lo entendí. Entendí que eras necesario. Que eras, sin saberlo, el que me empujaba cada vez más a mejorar. No solo para demostrarte que no eras tan invencible como creías, sino para demostrarme a mi mismo que tus críticas no eran ciertas. Que tus razonamientos eran falsos y qué, simplemente, querías estar en mi lugar. Querías tener mi nombre, mis logros, mi reconocimiento.
Querías, profundamente, ser yo.
Y eso no era posible, pues mi lugar fue siempre mi lugar y luché por ello.
Gracias. No te has dado cuenta que en la mitad del camino empezaste a ser necesario para mi. Esperaba tu odio para responder con amor. Tu crítica para responder con el trabajo bien hecho. Tus malas lenguas para hacer mas amigos.
Gracias. Sin ti no hubiera podido lograrlo. Has sido una parte fundamental de mi vida y me has ayudado a construir aquello que precisamente querías destruir. Ahora solo tengo palabras de agradecimientos para ti, pues has sido el contrapeso de todas mis virtudes: el honor ante los cobardes, la verdad ante los mentirosos, la gratitud ante los egoístas, la belleza de las cosas ante el poder de la destrucción.
Has hecho bien tu trabajo y te lo agradezco. Has dedicado tu vida a hacerme caer y he mejorado. He logrado mi meta. Solo me preocupa saber qué harás tú ahora, que me marcho. Cómo recuperarás tu tiempo perdido, toda la energía que utilizaste para hacerme fallar. Qué será de ti, querido enemigo mío, ahora que tu vida ya ha pasado y no te queda mas que el odio que has cultivado, hasta el final de los días.
En silencio.
Un silencio eterno y profundo que ahora ya no responde, cuando llamas.”
G.C.