Por Guillermo Cides
Tenía razón.
Ahora, que la muerte vive con nosotros.
Ahora, que el universo muestra su furia tranquila y despreocupada.
Ahora, que Darwin existe.
Ahora, que la vida vale lo que te toca en suerte, y punto: tenía razón, yo.
Al vivir desde mi adolescencia como si fuera el último día. Al transpirar mi cuerpo como si fuera inmortal. Tuve razón al elegir la música porque tenía que ver con el alma. Ahora, que la democracia de la muerte está finalmente aquí, tuve razón al desechar el dinero. Al abrazar a los árboles como lo hice estos últimos años, en silencio, con vergüenza pero convencido. Tuve razón al agradecer poder alimentarme en cada comida. Al ver el cielo sabiendo que no se movía, que era nuestra tierra quien lo hacía. Tuve razón al entender la fragilidad humana, la inmensidad de las estrellas, la coincidencia maravillosa de la vida en un grano de arena llamado tierra.
Mañana, cuando el dinero no cure, cuando el poder no aísle, cuando el status no cuente para respirar, entonces habré tenido razón en vivir mi vida como la he vivido.
Porque sobreviviré, pero antes de eso habré vivido.
G.C.