Por Guillermo Cides
Que hastío vivir esta doble vida. Por un lado, las noticias de personas que creen que viven en otro planeta solo por formar parte del negocio del arte y aparecer en television o periódicos. Por otro lado, la realidad apabullante de los demás: la cocina, el olor del horno inundándolo todo, mientras el señorito o señorita de turno parecen -quieren parecer- vivir en un sofá de 3.000 euros mirando a la cámara con el desafío de aquél que ignora su destino. La verdad es que es el mismo destino para todos. Pero el mundo se divide en quienes lo ignoran y quienes lo saben. Es patético. Porque después de las cámaras y del sofá, el olor a frito aparece indefectiblemente en cada casa. Y no hay nada mas filosófico que el olor de tu cocina. Porque te recuerda que existes como los demás. Porque tu cocina no es perfecta y, como todas las cocinas, perecerá. Y el tiempo pasará sobre ellas, dejando sólo un rastro de arena y plantas salvajes. Un destino más que generoso para estos famosos personajes de las revistas, pequeños mártires del olvido con un aclarador de cabello que intenta inútilmente vencer al tiempo.
Que doble vida la mía, tener que verlos desde mi plato de espaguetis confundiendo mi mordisco con carcajadas irónicas que no ayudan a un comensal.
Vaya mundo, todos quieren ser famosos.
Y aquellos que alguna vez lo fuimos, queremos que nos dejen en paz.
G.C.